Voy a comenzar con la historia de una mujer despreciable según algunos: Vivió en Alejandría en el siglo V, era matemática, filósofa, científica, una Galileo mil años antes. Trabajaba como docente e investigadora científica en el Museo adjunto a la biblioteca de Alejandría, aquel maravilloso faro de la Humanidad que iluminó a Occidente por tanto tiempo, que alguna vez tradujo las escrituras hebreas al griego (así se hayan cometido errores pequeños como traducir doncella por virgen y de allí justificar una historia fantástica), que albergó sabios de todo el mundo, que mantenía los saberes de tantos tiempos y de tantos lugares.
Era mujer, era investigadora, era científica, era filósofa, nunca había sido bautizada como cristiana y a su edad no le había interesado adoptar ese credo, sí, seguramente por un interés ambicioso y egoísta: le gustaba la ciencia y en esa época las mujeres cristianas no hacían ciencia, bueno y tampoco los hombres. Esa era su inmoralidad. Era admirada por su elegancia, según algunas fuentes por su belleza, pero especialmente por su sabiduría y ecuanimidad. Tal vez por eso era odiada por Cirilo, el obispo cristiano de la ciudad, un pendenciero que le hizo la vida imposible a quienes se le atravesaron por su camino, incluso si también eran cristianos como el patriarca de Constantinopla Nestorio. Cirilo había heredado el cargo de su tío el obispo Teófilo quien ya había ocasionado muchas persecuciones y destrucciones a los templos de religiones no cristianas. De lo poco no cristiano que quedaba en Alejandría, era el templo al dios Serapis que albergaba al Museo con su Biblioteca, y una comunidad judía pujante.
En ese tiempo, Alejandría como muchas ciudades del Mediterráneo habían acogido a los sobrevivientes de la cultura judaica que había sido destruida en su patria natal Jerusalén por el imperialismo salvaje de unos enfrentado al fanatismo religioso de los otros. En esa Alejandría liberal, cosmopolita, de mercados abiertos y tolerancia religiosa, habían triunfado los judíos, y la habían hecho más rica aún. Con todo el derecho del mundo había conservado su religión, con sus virtudes y defectos, a pesar de que una secta surgida en su propio seno, que le robó sus escrituras y las utilizó en su contra, era ahora el poder triunfante en el mundo. A pesar de que el emperador romano ya era de ese nuevo culto, surgido, mas no fundado, por un predicador judío asesinado por Roma y que ahora, irónicamente, "acompañaba en espíritu" las batallas de los romanos contra los judíos.
Esos judíos eran para Cirilo un "problema", "una cuestión", a la que había que encontrarle una "solución definitiva", y entonces decidió predicar el odio contra la comunidad judía de Alejandría, para que fueran expulsados de la urbe, y repetir la mentira mil veces dicha que los judíos habían matado a Dios. El interés de Cirilo era recordarle al mundo que Alejandría era cristiana y sólo cristiana, así como tiempo antes de morir, Juan Pablo II le recuerda a Europa que es "esencialmente cristiana", cristianizando Auschwitz, Kosovo, Yugoslavia, Andalucía. Como cuando Pío XII esperaba que la campaña alemana en Rusia, devolviera al cristianismo católico a la comunista y ortodoxa patria de Tolstoi y Dostoievski.
Cirilo se aprovechó de uno de los mayores males de la cultura helenística y que finalmente forjó su caída: la abominable esclavitud. Bajo la consigna de hacer a todos los hombres libres, en un hipotético y utópico paraíso. Quimeras y más quimeras. Así mismo, el cristianismo ("la religión de la paz, que no ha llevado la paz a ninguna parte", Deschner), prometía libertad a esos esclavos, en una utópica sociedad cristiana… en el cielo.
Hipatia no se mantuvo indiferente ante la injusticia que se cernía sobre un pueblo, que desde ya era el chivo expiatorio de todos los males del mundo, una nación sin tierra que no tenía a dónde volver y que enriquecía a Alejandría con su negocios y su cultura. Por eso, protestó.
Y como consecuencia, ahora los sermones de Cirilo se dirigieron contra esta mujer. Un día mientras Cirilo seguramente rezaba, sus seguidores (monjes de la iglesia de San Cirilo de Jerusalén ) interceptaron el carruaje en que se dirigía Hipatia hacia su trabajo en la Biblioteca. La violentaron, le despojaron de sus vestiduras y con ostras la despellejaron viva. Fue linchada y humillada. Según Sócrates Escolástico: "La arrancaron de su carruaje, la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo...". Luego descuartizaron su cuerpo y lo llevaron a un lugar llamado Cinaron y allí finalmente lo quemaron. De esta manera creyeron dar muerte a lo que ellos llamaban idolatría y herejía.
Cirilo se lavaba las manos como Poncio Pilatos y disfrutaba del camino que "la voluntad de Dios" le había despejado. Su otro enemigo, Nestorio, fue desterrado a los confines del Imperio, logró en el Concilio de Efeso, imponer a punta de sobornos el Dogma de María como Madre de Dios, definitivamente parecía que ese Dios estaba de su lado. Para elevar su gloriosa vida, años más tarde después de muerto fue canonizado por la Santa Iglesia Católica, mientras Hipatia y Nestorio eran olvidados.
¿Cómo el sufrimiento de una persona (Jesús) en otro siglo en otro tiempo, puede justificar el asesinato atroz de aquella (Hipatia) que en consistencia ética era más cercana a lo que el primero predicaba (Jesús), que a quienes decían ser sus vicarios (Cirilo)?
Orestes, el prefecto romano que era amigo y alumno de Hipatia informó de los hechos y pidió a Roma una investigación. Pero la "falta de testigos", la fue dilatando, hasta que llegó un momento en que Cirilo, para terminar la investigación, aseguró que Hipatia estaba viva y que habitaba en Atenas.
Era mujer, era investigadora, era científica, era filósofa, nunca había sido bautizada como cristiana y a su edad no le había interesado adoptar ese credo, sí, seguramente por un interés ambicioso y egoísta: le gustaba la ciencia y en esa época las mujeres cristianas no hacían ciencia, bueno y tampoco los hombres. Esa era su inmoralidad. Era admirada por su elegancia, según algunas fuentes por su belleza, pero especialmente por su sabiduría y ecuanimidad. Tal vez por eso era odiada por Cirilo, el obispo cristiano de la ciudad, un pendenciero que le hizo la vida imposible a quienes se le atravesaron por su camino, incluso si también eran cristianos como el patriarca de Constantinopla Nestorio. Cirilo había heredado el cargo de su tío el obispo Teófilo quien ya había ocasionado muchas persecuciones y destrucciones a los templos de religiones no cristianas. De lo poco no cristiano que quedaba en Alejandría, era el templo al dios Serapis que albergaba al Museo con su Biblioteca, y una comunidad judía pujante.
En ese tiempo, Alejandría como muchas ciudades del Mediterráneo habían acogido a los sobrevivientes de la cultura judaica que había sido destruida en su patria natal Jerusalén por el imperialismo salvaje de unos enfrentado al fanatismo religioso de los otros. En esa Alejandría liberal, cosmopolita, de mercados abiertos y tolerancia religiosa, habían triunfado los judíos, y la habían hecho más rica aún. Con todo el derecho del mundo había conservado su religión, con sus virtudes y defectos, a pesar de que una secta surgida en su propio seno, que le robó sus escrituras y las utilizó en su contra, era ahora el poder triunfante en el mundo. A pesar de que el emperador romano ya era de ese nuevo culto, surgido, mas no fundado, por un predicador judío asesinado por Roma y que ahora, irónicamente, "acompañaba en espíritu" las batallas de los romanos contra los judíos.
Esos judíos eran para Cirilo un "problema", "una cuestión", a la que había que encontrarle una "solución definitiva", y entonces decidió predicar el odio contra la comunidad judía de Alejandría, para que fueran expulsados de la urbe, y repetir la mentira mil veces dicha que los judíos habían matado a Dios. El interés de Cirilo era recordarle al mundo que Alejandría era cristiana y sólo cristiana, así como tiempo antes de morir, Juan Pablo II le recuerda a Europa que es "esencialmente cristiana", cristianizando Auschwitz, Kosovo, Yugoslavia, Andalucía. Como cuando Pío XII esperaba que la campaña alemana en Rusia, devolviera al cristianismo católico a la comunista y ortodoxa patria de Tolstoi y Dostoievski.
Cirilo se aprovechó de uno de los mayores males de la cultura helenística y que finalmente forjó su caída: la abominable esclavitud. Bajo la consigna de hacer a todos los hombres libres, en un hipotético y utópico paraíso. Quimeras y más quimeras. Así mismo, el cristianismo ("la religión de la paz, que no ha llevado la paz a ninguna parte", Deschner), prometía libertad a esos esclavos, en una utópica sociedad cristiana… en el cielo.
Hipatia no se mantuvo indiferente ante la injusticia que se cernía sobre un pueblo, que desde ya era el chivo expiatorio de todos los males del mundo, una nación sin tierra que no tenía a dónde volver y que enriquecía a Alejandría con su negocios y su cultura. Por eso, protestó.
Y como consecuencia, ahora los sermones de Cirilo se dirigieron contra esta mujer. Un día mientras Cirilo seguramente rezaba, sus seguidores (monjes de la iglesia de San Cirilo de Jerusalén ) interceptaron el carruaje en que se dirigía Hipatia hacia su trabajo en la Biblioteca. La violentaron, le despojaron de sus vestiduras y con ostras la despellejaron viva. Fue linchada y humillada. Según Sócrates Escolástico: "La arrancaron de su carruaje, la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo...". Luego descuartizaron su cuerpo y lo llevaron a un lugar llamado Cinaron y allí finalmente lo quemaron. De esta manera creyeron dar muerte a lo que ellos llamaban idolatría y herejía.
Cirilo se lavaba las manos como Poncio Pilatos y disfrutaba del camino que "la voluntad de Dios" le había despejado. Su otro enemigo, Nestorio, fue desterrado a los confines del Imperio, logró en el Concilio de Efeso, imponer a punta de sobornos el Dogma de María como Madre de Dios, definitivamente parecía que ese Dios estaba de su lado. Para elevar su gloriosa vida, años más tarde después de muerto fue canonizado por la Santa Iglesia Católica, mientras Hipatia y Nestorio eran olvidados.
¿Cómo el sufrimiento de una persona (Jesús) en otro siglo en otro tiempo, puede justificar el asesinato atroz de aquella (Hipatia) que en consistencia ética era más cercana a lo que el primero predicaba (Jesús), que a quienes decían ser sus vicarios (Cirilo)?
Orestes, el prefecto romano que era amigo y alumno de Hipatia informó de los hechos y pidió a Roma una investigación. Pero la "falta de testigos", la fue dilatando, hasta que llegó un momento en que Cirilo, para terminar la investigación, aseguró que Hipatia estaba viva y que habitaba en Atenas.
Con la muerte de Hipatia terminó la enseñanza del pensamiento de Platón, no sólo en Alejandría sino en el resto del Imperio. El interés por las ciencias fue debilitándose y la Historia entró en el largo periodo del oscurantismo.
Estos fueron los cimientos del Oscurantismo, cuando la religión cristiana tuvo el control total de la sociedad, cuando se frenó el conocimiento, creando el mito que la ciencia y el conocimiento eran una amenaza, que solo la fe podía liberar al ser humano y llevarnos a la verdad. Idea que de alguna manera aun perdura.
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