jueves, 16 de agosto de 2007

Ponga a prueba su ética

Daniel Sokol, Especialista en ética médica, Imperial College London

Piense en los siguientes cuatro dilemas, que son modelos de análisis clásico para los filósofos que intentan entender el costado empírico de la ética.

1) El violinista terminal
Imagine que despierta en un hospital, junto a un famoso violinista que está conectado a usted mediante varios tubos. Le informan que ha sido secuestrado por la Sociedad de Apreciación de la Música. Ante la evidencia de la muerte inminente del maestro, lo han conectado a él sin que usted diera su consentimiento.

Si usted acepta quedarse conectado, él se recuperará por completo dentro de nueve meses. Es poco probable que usted sufra daños, y es el único que puede salvar al músico. ¿Cree que tiene usted la obligación de quedarse conectado?

¿Su respuesta? Sería interesante pensar cómo es el proceso de selección que opera en este caso.

¿Hay obligación de salvar al violinista? ¿La desconexión de los tubos violaría su derecho a la vida? ¿O se trata simplemente del derecho a que no lo maten? Si usted elige desconectarse, ¿lo está matando, o dejando morir?

¿Y qué importancia tiene esta diferencia desde el punto de vista moral?

Sospecho que mucha gente dirá que usted no lo estaría matando, sino dejando morir, en caso que exija no seguir conectado.

Para algunos, este es el punto en el que el caso del violinista terminal es diferente del aborto. Cuando se decide un aborto, no se trata simplemente de no dejar vivir al feto. Hay una intencionalidad en la muerte del feto, mientras que no habría la misma intención en el caso aquí presentado.

Aquellos que opten por permanecer conectados, necesitan enfrentar un dilema paralelo.

En este mismo instante, miles de personas mueren en Sudán por enfermedades que podrían prevenirse. La Organización Mundial de la Salud reclama fondos urgentes para hacer frente a este problema. Usted podría salvar a muchos de ellos, tal como lo haría con el maestro. Sólo que llevar ayuda a Sudán tomaría mucho menos de nueve meses, y salvaría más de una vida.

¿Cómo decidir cuándo y cómo se sacrifica por otros, cuyas vidas pueden ser salvadas por sus acciones?

2) El tren que perdió el control
Cinco personas se encuentran en el camino de un tren que perdió el control. Los cinco van a morir irremediablemente, a menos que usted, un transeúnte que casualmente se encuentra en el lugar del hecho, apriete el botón que desvía al tren a las vías de al lado. Si lo hace, una persona que está parada allí, morirá. ¿Tomaría la responsabilidad de presionar el botón?

Para aquellos que eligen no hacerlo, las consecuencias del accidente no necesariamente determinan el carácter moral del hecho. Cierta regla moral (quizás la de no matar inocentes) se impone por sobre otra obligación, como la de maximizar el beneficio, salvando a tantas personas como sea posible.

¿Cuánta gente tiene que haber en la vía principal para que usted cambie de idea? ¿Es la regla moral absoluta, o puede ser modificada si las consecuencias pasan cierto límite establecido? ¿Diez personas en la vía principal? ¿O cien, o mil?

3) El gordo y el tren
Nuevamente, el tren perdió el control. Usted está parado sobre un puente que cruza por encima de las vías y decide saltar para bloquearle el camino a la locomotora. Morirá seguro, pero otras cinco personas que están más adelante se salvarán.

Pero usted es muy delgado para tener éxito en la maniobra, mientras que a su lado hay un hombre gordo que podría bloquear la vía más eficazmente. Si le da un empujón suave, seguro que caerá en el lugar justo. Nadie sabrá jamás lo que ocurrió. ¿Usted lo empuja?

Las dos consecuencias posibles, en este caso, son las mismas que en el ejemplo anterior: una persona muerta, o cinco.

Imagino que la mayoría de la gente respondería no a esta pregunta.

¿La regla moral es diferente a la del caso anterior?

¿Hay además una dimensión psicológica que podría torcer la decisión? Para que la persona que está parada a su lado salve a las otras, se requiere que usted intervenga activamente - esto es, que decida empujarlo hacia el vacío.

¿Este dilema nos dice algo del rol de las emociones en el juicio moral?

4) Los exploradores de la caverna
Una roca cae y bloquea la salida de una cueva que usted y otros cinco visitantes están explorando. Usted descubre una pequeña salida en el fondo de la caverna, y decide que Juan Grande salga primero. El hombre, de generosa anatomía, se atasca en mitad del túnel, y no hay ninguna otra vía para escapar.

La marea está subiendo y, a menos que abandonen el lugar en cuestión de minutos, todos menos el hombre atascado (cuya cabeza ya está fuera de la cueva) morirán ahogados. En su morral, encuentra una carga de dinamita, que no es suficiente para volar la roca de la entrada, pero sin duda hará que el turista más gordo salga disparado y libere el agujero. El ruega por su vida. No quiere morir, pero usted y sus cuatro compañeros encerrados, tampoco. ¿Prende el explosivo?

Si usted responde que sí, ¿cuál es la diferencia de este caso, en términos de moral, con el anterior?

¿Puede el instinto de preservación y supervivencia justificar una decisión así, mientras que no serviría para avalar la opción de empujar a alguien desde la altura?

Preguntas abiertas
Cualquiera sean sus respuestas a estos planteos, el experimento tiene la intención de hacernos examinar nuestras creencias morales, nuestras intuiciones y, quizás, nuestras incongruencias a la hora de razonar y decidir.

¿El derecho de una persona a la vida exige sacrificios de otros individuos? Si es así, ¿entonces no es necesario ser más generosos con la ayuda humanitaria?

¿Hay diferencias morales entre matar a alguien o dejarlo morir? Es una pregunta con implicaciones directas para el debate sobre la eutanasia.

El fin, ¿cuándo puede justificar los medios? ¿Hay actos que son moralmente inaceptables, cualquiera sean las consecuencias?

A la luz de estas preguntas, no debería sorprendernos que los filósofos todavía piensen en estos cuatro modelos, y se pregunten por sus consecuencias sobre la moral y el juicio moral.

A aquellos lectores que se queden pensando y no le teman a la complejidad del debate, les recomiendo anotarse en un curso de ética... ¿o sería mejor mandar ese dinero a una organización de caridad?

Daniel Sokol es investigador en temas de ética médica del Imperial College de Londres.

No hay comentarios: